Cuando comencé mi profesión, pensaba que llegaría mi momento. Que amor con amor se paga. Que algún día, un director diría: “tú sirves para esto”. Tanto vales, tanto te pago. Llevo dos años siendo licenciada en Periodismo y solo he recibido ofertas para trabajar gratis. El tiempo de formación (5 años) ya ni lo cuento, considero que mi aprendizaje ha valido mucho más que un sueldo al final del mes. Pero cuando tus manos tocan ese título que tanto te ha costado, te das cuenta que ese era el instante en el que debías comerte el mundo y no te queda nada más que derrumbarte.

El problema del periodista es que solo vendes tus palabras, nada físico. Seguro que nadie iría a la carnicería y le diría ponme una pechuga de pollo y no te la pago porque no tengo dinero. Y muchísimo menos, un ser humano iría a una prostituta y después de recibir sus servicios, se iría sin pagar. La prostituta vende su cuerpo, yo vendo mis ideas. Les podrá parecer una exageración o incluso una desfachatez. Pero para mí, es más simple que todo esto. Recibes unos servicios, págalos.

La incertidumbre recorre el cuerpo de muchos de nosotros, periodistas. Desconocemos que ocurrirá en el futuro próximo, pero todos sabemos cuál deseamos que sea nuestra profesión. Hoy me niego a hacer más colaboraciones, ya que con ello contribuyo a que el periodismo decaiga hasta límites inimaginables. Porque ante todo, debemos valorar nuestro trabajo y poco a poco, con el paso del tiempo, los lectores y empresarios apreciarán nuestros proyectos.

Con esto concluyo. Señores periodistas de España, eviten que grandes directores les tomen el pelo. Trabajar gratis no significa aprendizaje. Mientras ustedes aprenden cómo desarrollar las labores de periodista en ese medio, el gerente se estará ahorrando un sueldo. Cuando usted reclame su dinero, habrá otro comunicador que entrará por la puerta y realizará esas funciones por 0 euros.

No permitamos que se aprovechen más de nosotros. Una sociedad gratis, al final, nos llevará la mismísima ruina.