Que se vayan lejos, muy lejos…

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Todos aprendimos a compartir. En la guardería las profesoras nos enseñaban lo importante que era ayudar a los demás, dejarles todas nuestras pequeñas propiedades a los demás compañeros. Hasta este momento todo perfecto.
Si alguno de tus amiguitos no te prestaba aquello que tú querías, corrías a la profesora para comentarle ese gran problema. “¡¡Profe, profe!! Pepito no me deja su juguete” todos nosotros les explicábamos estas cosas a esas grandes maestras. Ella enseguida ponía remedio.
La cosa cambiaba cuando alguno de tus compis te robaba el juguete con el que tú estabas pasando el rato. Simplemente gritabas y la profesora tardaba menos de medio minuto en aparecer.
Nos hemos hecho mayores. Creemos que todos los conocimientos adquiridos a lo largo de nuestra vida nos podrán servir para algo. Ves robar a tu vecino y se supone que debes comunicarlo a la policía. Pero Spain is different.
Seguimos manteniendo a todos los mangantes que nos han robado poco a poco y conscientemente. Les pagamos un sueldo y además siempre saldrá alguna persona a defenderles. No los enviaremos lejos, muy lejos, para no volver jamás. Ellos se quedarán aquí, en “su país”, pero no contribuyendo económicamente con sus impuestos, chupando del bote que tanto provecho le sacan algunos. Mientras tanto miles de españoles emigran a otros países para poder sobrevivir.
Pero, ¿saben lo que más me preocupa? Que ellos han robado, no lo devolverán, pero ¿por qué no estaba el chivato de turno para contarle a la profe las maldades que su compañero estaba haciendo?
Cuando los compañeros callan, son cómplices. Son partícipes de esa maldad tan cruel y asquerosa que envuelve el lugar. Ayudan a que la mierda no salga a la luz y no huela. Para mí es peor que cometer un robo, ¿Qué hay peor que tapar un delito? Debería caerles la cara de vergüenza e irse muy lejos, donde nadie les pueda ver. Porque llega un momento que los ciudadanos no aguantan convivir con esos impresentables que mienten diariamente y contaminan esta sociedad que les costó tanto levantar a nuestros antepasados. Vivimos en una mentira constante que sólo se podrá solucionar dejando que los jóvenes tomen las riendas de este carro y que los corruptos vuelen, lo más lejos posible y que no vuelvan jamás.

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