• Home
  • “Lo siento, no hay latido”

“Lo siento, no hay latido”

No hay latido, es la frase que escuchan las parejas tras un aborto diferido

“Lo siento, no hay latido”. Estas son las últimas palabras que escuché antes de entrar en shock. Hace un año, el 12 de septiembre, estando en una revisión rutinaria, Andrew, mi madre y yo, tuvimos que escuchar esa maldita frase. Os diré que jamás me hubiera imaginado que aquello iba a pasarnos a nosotros. Llevábamos 3 años buscando ser papis, con tratamientos de infertilidad a nuestras espaldas y aquel bebito/a había llegado de forma natural, justo antes de empezar nuestro primer in vitro. Había sido un bebé soñado y deseado, que llegaba en un momento muy duro para la familia. Era una rayo de luz en un momento muy negro.


Así se convirtieron las siguientes horas y días, en profunda oscuridad. Solo recuerdo a mi padre llorando, a Gely (mi hermana inseparable) saliendo del trabajo corriendo para estar junto a mí, a Andrew destrozado y a mi madre, la cual solo me miraba como una madre mira a su hija.


Seguidamente, fuimos a urgencias. Era un jueves a las 20 horas, nos atendieron dos ginecólogas que me preguntaban irónicamente si realmente había escuchado el corazón del bebé, afirmaban que era imposible. Había tenido un aborto retenido o diferido y seguramente, el bebé llevaba días fallecido dentro de mí, sin haber dado ningún síntoma. Me propusieron que abortara con unas pastillas y en mi casa. Sola, con Andrew y con los dolores que ello supone (lo sé porque, desgraciadamente, amigas mías han pasado por ahí). Me negué y las doctoras no entendían por qué motivo.


Esas “profesionales” me llegaron a decir “tu bebé (con rintintín) solo mide unos centímetros, serás capaz de expulsarlo tú sola”. Imaginaros para una pareja, lo duro que es escuchar aquellas palabras. Me opuse por completo. Quería un legrado. Muchas parejas no lo saben, pero la decisión de pastillas o legrado la puede tomar la paciente.

Me dijeron: pues mañana viernes, ya te llamarán de cirugía y te dirán cuando hay un hueco en quirófano, no sabemos cuándo será la intervención. Imaginaros saber que tienes un bebé muerto dentro de ti y no sabes cuándo van a quitártelo…


La mañana siguiente, mi padre, Andrew y yo nos fuimos al IVI Valencia, donde siempre tendré palabras de agradecimiento para todo el equipo de profesionales. Mi doctora, Pilar Alama, estaba de congreso en el extranjero y enseguida me derivó a un doctor que me trató con un cariño excepcional. Nos explicó cuáles podrían ser las causas del aborto y su recomendación era un legrado y que me lo practicaran en el hospital público.


Salimos de la consulta del IVI con la tranquilidad de que nuestra decisión era la correcta. Porque aunque yo, personalmente, estaba convencida de que el legrado era la mejor decisión, aquellas doctoras me trataron tan mal, que incluso me hicieron dudar de mi decisión. Al salir del IVI, sonó mi teléfono. Me llamaban del hospital de Gandia. Una profesional como una copa de un pino, nada que ver con aquellas ginecólogas que me habían tratado el día anterior. El legrado me lo practicaban el lunes a primera hora. Os seré sincera, en ese momento quería que me lo quitaran ya.

Sentíamos rabia y mucha pena, pero durante ese fin de semana me pude despedir de aquel bebé que tanto habíamos soñado. Lloré mucho y pensé demasiado, pero fue el principio de mi recuperación, de nuestra recuperación. Porque esto es cosa de dos, aunque la carga física la padezca la mujer.


Os aseguro que llegué al hospital con pena, pero con la tranquilidad de que todo iba a salir bien. Un dato repuznante que quiero denunciar es que: En el hospital de Gandia, antes del legrado, las pacientes estamos en una sala donde escuchamos al bebé de mujeres embarazadas que están en “correas”. Imaginaros qué cruel es para ti escuchar el corazón de un bebé que no es el tuyo. Y saber que tú en escaso minutos, entrarás en quirófano para “quitarte” al bebé que tanto habías soñado.


Pero en estos duros momentos, siempre hay una mano que te sostiene y ahí estaba la Dra. Ana Asensio, que me había tratado en infertilidad del Hospital de Gandia. Un amor. Ella me dio paz y mucha tranquilidad antes de entrar en quirófano y me dijo: “Maria, esto es una traba, pero lo conseguiréis”. Así ha sido.
Desde aquel 12 de septiembre, hemos sufrido mucho, hemos llorado y hemos luchado como jabatos. No ha sido fácil. En cambio, hemos tenido a los mejores compañeros de viaje, nuestras familias y amigos, y como no, a grandes profesionales. Y, sobre todo, nos hemos sostenido Andrew y yo. Lo que no te mata, te hace más fuerte. Y a nosotros, sin lugar a dudas, la infertilidad nos ha unido mucho. Hemos sido el mejor equipo, luchando y muy pronto, con nuestra heroína Manuela habremos ganado el mejor regalo del mundo.

Jamás pensaba contar esta parte de nuestra historia. Porque fue un momento muy duro, muy negro. Pero estoy segura que a muchas parejas les ayudará. Porque no, desgraciadamente, no sois la única pareja a la que les pasa y aunque, muchas familias no lo cuenten, los abortos son habituales y tremendamente jodidos.

Si estás pasando por ahí y necesitas que alguien te escuche sin juzgarte, aquí estoy. Te entiendo, te comprendo y te mando un abrazo enorme y mucha fuerza. Porque aunque esto es tremendamente jodido, siempre, el sol vuelve a brillar.

leave a comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.